viernes, 7 de noviembre de 2014

RECORDANDO AL PINTOR RAFAEL PEDRÓS


De los artistas vivos -refiriéndome al arte de la Pintura, naturalmente-, y casi, casi, de los pintores de todos los tiempos, me atrevería a decir que el madrileño Rafael Pedrós, es el que cuenta con el mayor número de cuados repartidos por toda la provincia de Guadalajara. Los nuevos retablos de casi el cien por cien de las iglesias, que durante las últimas décadas han renovado o restaurado sus antiguos monumentos en madera y óleo, que preside los impresionantes presbiterios de tantas de ellas, son obra de Pedrós; aparte, claro está de los muchos más que existen en otras provincias de España, y aun del extranjero. Sin contar con sus pinturas de ambiente no religioso. De esto hablamos hoy.  

Momentos antes de ponerme a este trabajo, dedicado a él y a su obra un poco de manera sucinta, hemos mantenido una amigable conversación telefónica. Hacía tiempo que no lo veía, ni tenía noticias suyas desde las pasadas fiestas de Navidad que, como en él es costumbre, casi todos los años se me adelanta con la acostumbrada e ilustrada felicitación. La última vez que estuvo en casa lo encontré un poco desmejorado, aunque suponía que con los atentos cuidados de Pilar, su esposa, haya podido hacer frente  a los achaques que la edad -Rafael ya ha pasado el umbral de los ochenta-nos viene a recordar que no somos eternos, aunque él sí que lo será en el perpetuo legado de su obra. Lo he encontrado bien, por cuanto a su voz, por cuanto a la vista es otra cosa, según me ha dicho, hasta el punto de no poder conducir el coche, lo que le priva de venir al pueblo, como en ellos era costumbre, muchos de los fines de semana. Buena parte del verano lo han pasado en el pueblo, eso sí, con su hija Marina como conductora y compañera de viaje.
            Rafael Pedrós es pintor, un excelente pintor nacido en Madrid, quien desde la década de los años setenta se afincó en el pueblo alcarreño de Yálamos de Abajo, ribera del río San Andrés, donde a temporadas comparte estancia con la Capital de España. Por su carácter, y porque se siente feliz entre nosotros, a Rafael Pedrós podemos considerarlo como un producto de nuestra tierra, en la que, por otra parte, ya ha dejado para la posteridad una buena muestra de su obra distribuida en diferentes iglesias, ermitas y oratorios, repartidos por toda la provincia, además de en colecciones particulares como se puede ver en algunas de las fotografías que dan categoría y prestigio a este trabajo.
            Datos acerca de su personalidad y de su obra los encontramos en diversos medios, tanto escritos como gráficos, además de la Red, de la que digamos no es demasiado entusiasta, pero que está llena de referencias a su persona, como corresponde a uno de los artistas más distinguidos del último medio siglo. Pedrós figura en muchas publicaciones sobre  arte y sobre artistas de nuestro tiempo, en los Diccionarios de Madrid y de Guadalajara, con referencias y comentarios al hombre y al artista, en tanto que su obra, variadísima por cuanto a temática se refiere, ha encontrado digno acomodo en museos y en colecciones no sólo de España, sino de otros muchos países del mundo, dígase en Francia, Méjico, Japón, Siria o Estados Unidos, entre otros más, a los que llegó en diferentes momentos y por distintas causas  el regalo de su arte.
            No conozco toda su obra; pues los creadores tan fecundos como él lo ha sido,  llevan consigo ese inconveniente a la hora de juzgar con total precisión el valor de su trabajo. No obstante, me atrevería a decir que mucho de lo mejor que ha hecho, de lo más inspirado y de lo más ortodoxo que salió de su paleta por cuanto a técnica y perfección, se encuentra en nuestro país, y de un modo muy particular en Guadalajara y su provincia, de lo que podría servirnos como muestra admirable su famoso “Cristo de la Miel”, en el que se recoge no sólo la escena del Gólgota según los Evangelios, sino por añadidura un algo de la Historia Provincial, con varios de los personajes más importantes que ha dado esta tierra a través de los siglos, representando a aquellos del primer Viernes Santo en Jerusalén, con del campo de Guadalajara como fondo, en una recreación oportuna donde figuran los más destacados detalles paisajísticos que le dan carácter.

            Una inspirada alegoría a la familia de los Mendoza cuenta así mismo entre sus mejores trabajos, tema de carácter histórico-social tan ligado a nuestro pasado, con referencia a la más importante de las familias que pasaron por aquí a lo largo de todos los tiempos, que tendrá su culmen en la recientemente aparecida “Baraja Mendocina”, todo un alarde que en música se podría llamar divertimento, y en pintura sencillamente genialidad, exclusiva de los grandes maestros; y Rafael Pedrós es uno de ellos.
            Durante sus estancias en Yélamos nuestro pintor se dedicó a disfrutar de la vida como él sabe hacerlo: pintando, gozando de la naturaleza, tocando el armonium que guarda en la quietud de su estudio, donde si no recuerdo mal, aparecen toda clase de piezas recogidas y clocadas convenientemente por él a modo de museo. Allí podemos ver varios instrumentos de cuerda, estatuillas de diferentes tamaños y estilos, libros antiguos, pequeños arcones, cuadros de su propia producción e infinidad de objetos, a la vista de los cuales nos resulta fácil adivinar no sólo su exquisita personalidad, sino también los caminos por los que le ha gustado transitar a lo largo de su vida.


            Dentro de la diversidad de motivos que integran la extensa obra de Pedrós, destacan en número los de carácter religioso, sobre todo tomando parte de la estructura final de importantes retablos de iglesias repartidas por pueblos y ciudades de España, entre los que es justo destacar como modelo por su grandiosidad el de la iglesia de Santa María Magdalena de Mondéjar, construido sobre madera policromada en los talleres Artemartínez de Horche, donde aparecen catorce lienzos de nuestro pintor sobre escenas de la Vida, Muerte y Pasión de Cristo, admirable monumento que por sí mismo vale la pena ser conocido. Lo demás de la obra de Pedrós se reparte entre los diferentes géneros relacionados con el Bello Arte: paisajes, bodegones, estampas urbanas, alegorías, retratos, de los que sirvo como muestra algunos ejemplos.
            Una vida dedicada a la pintura casi al cien por cien. Me ha hablado de hasta mil retratos, o tal vez más, de personalidades que ha pintado a lo largo de su vida, y no menos de setenta retablos para iglesias. De su biografía podemos sacar ciertos datos de juventud en los que se habla de su formación en la Escuela Superior de Artes y Oficios de Madrid, del Casón del Buen Retiro, de los museos de Arte Moderno y del Prado, donde pintó y se formó durante diez años como copista, de la italiana Escuela de Siena, en donde se versó en la pintura del Renacimiento, y en fin, lo que unido a su vocación y amor al trabajo, hacen de él un personaje de los que ha de quedar para la posteridad firme memoria. Más en esta Guadalajara en la que él siente como suya y Guadalajara -no dada a mostrarse excesivamente abierta en reconocimientos- también se honra con él.     

                                                         

1 comentario:

Tierra del Quijote dijo...

Se merece este recuerdo, el gran pintor, amigo y generoso alcarreño Pedrós