martes, 15 de enero de 2013

BUDIA: "MUSEO DE LA CULTURA" EN TRÁMITE



            Quiero pensar que Budia es uno de los pueblos de la provincia con los que más contacto he tenido, desde aquella mañana de diciembre del año ochenta en la que anduve por allí la primera vez. Después se me ha dado la oportunidad de conocer mejor al pueblo, hacer buenos amigos y, si no recuerdo mal, leer el pregón de fiestas en dos ocasiones: una en Navidad y otra en la fiesta veraniega de la Sampedrada. Tras el fallecimiento de Rafael Taravillo, el primero de mis amigos de entonces, las visitas a Budia con cualquier motivo se han ido distanciando hasta hace tan sólo un par de semanas en que, impulsado por pretéritos afectos, decidí darme una vuelta por allí, conocer nuevas cosas y anotar en mi ya larga lista otros nuevos amigos.
            No hace un frío excesivo para el tempo en que nos encontramos y para la hora que es: las diez y media de una mañana próxima a la Navidad. Es la humedad, en cambio, la que se ha hecho dueña del ambiente en el campo de la Alcarria, y la niebla la que nos obliga a trechos a extremar la prudencia disminuyendo la velocidad. Budia, el pueblo, pese a encontrase metido casi en la vega, se deja ver de un modo sorprendente. El edificio en práctico abandono de la fábrica de harinas junto a la carretera, la ermita de San Roque, magníficamente restaurada años atrás, y poco más adelante el pueblo, la típica plaza de Budia que a Cela se le antojó como de un pueblo moro, adornada con motivos navideños, y coches, muchos coches en ambos laterales. El ayuntamiento de Budia, con su serie de arcos en el corrido balcón de la primera planta, la hilera de columnas del soportal y la fuente aneja al pie del edificio, es una de las casas consistoriales que más me han impresionado de toda la provincia.
            Debo decir que hoy no llevo una misión concreta en mi viaje a Budia, un programa previsto, tal vez porque tengo sobrada confianza en que le pueblo con su presente, su pasado, y todo lo que hay en él, da para mucho. Por otra parte, había conocido por las llamadas “redes sociales” a su actual alcalde, don Carlos María de Silva, a quien prometí hacer una visita tan pronto se me presentara la ocasión, y así lo he hecho, por lo que mis primeros pasos una vez llegado a la plaza, ha sido entrar al ayuntamiento y saludar al alcalde.

Conocer Budia
            Por su pasado, y por lo que Budia ha dado al mundo durante los últimos siglos, nos encontramos en un pueblo con cierto peso específico, con una importancia avalada por su pasado quiero decir. Su número de habitantes supera en poco los 250, cantidad no muy grande, pero que lo incluye dentro de ese medio centenar de municipios más poblados en esta provincia de pueblos pequeños.
            Encuentro al alcalde revisando unos papeles en su mesa de trabajo. Sabía de mi llegada. Natividad Mayor, teniente de alcalde del ayuntamiento y antigua compañera de profesión, viene a saludarme y a obsequiarme con un bonito calendario editado por la corporación, generoso en imágenes de los lugares y acontecimientos festivos que a lo largo del año se celebran en el pueblo, una obra de arte. Vimos después el belén municipal instalado en la galería que da a la plaza, fantástico; y la exposición de pequeños belenes procedentes de otros países de la tierra, tan diversos como Argentina, Perú, Kenia, Alemania, Méjico, Madagascar…, y así hasta un número de cuarenta; inesperado, original e ilustrativo. Una vez en la calle, con Carlos y Nati como guías, fue posible volverme a encontrar pasados los años, con todo aquello que el visitante jamás deberá omitir durante su estancia en Budia, comenzando, claro está, por ver la iglesia de San Pedro, a cuatro pasos de la Plaza Mayor y del Ayuntamiento.
            La iglesia es un monumento extraordinario, restaurado años atrás, con una portada artística al gusto plateresco, que merece cuando menos unos minutos de contemplación. El interior de la iglesia está dividido en tres naves, con coro alto a los pies, y en la cabecera el espacio que en otro tiempo ocupó el valioso retablo que consumieron las llamas del odio en la Guerra del 36. Queda, por fortuna, la mayor parte del altar de plata repujada -regalo de un oriundo del lugar, virrey de las Indias. Parece, según me insinuó el alcalde, que hay idea de encargar la construcción de un nuevo retablo, tomando por modelo las fotografías que se conservan del anterior desaparecido.

            Obligatorio detenerse ante los bustos -uno a cada lado del altar- con las imágenes del Ecce-Homo y de la Dolorosa, que se guardan en sus respectivas vitrinas; obra magnífica de Pedro de Mena, que si bien durante varios siglos se conservaron en el santuario de la Virgen del Peral, en las afueras del pueblo, fueron bajados a la iglesia por motivos de seguridad y para facilitar al público su contemplación con una mayor frecuencia. Coincidiendo con un rincón lateral, bajo el coro, descubrieron cuando los trabajos de restauración, hace unos veinte años, una capilla de concepción tardorrománica, muy chiquita, y perteneciente, todo hace pensar, a una iglesia anterior sobre la que en el siglo XVI se debió de construir la actual. Esta capillita está dedicada a la Virgen del Pilar con una imagen que la ocupa casi toda ella. 
            El paseo por el pueblo ha sido rápido y de poca duración: la fuente-lavadero de Lapelos, la picota, y después camino del convento de Carmelitas. Me acompañaron Carlos y Nati, alcalde y teniente de alcalde respectivamente del ayuntamiento. Nunca mejor servido cuando tan difícil resulta en los pueblos, cada vez con mayor frecuencia, encontrarse con alguien con quien pegar la hebra y charlar aunque sólo sea de pasada; mucho menos con la representación municipal por excelencia, que en Budia lo ha sido con generosidad. Me dedicaron no menos de una hora de su tiempo, y eso se lo tengo que agradecer. Pensaba al pasar por las calles que en algunas de aquellas casonas de pasado abolengo, ahora restauradas las más, pudieron nacer en siglos no tan lejanos varios de los ilustres nombres de lo más florido de los hijos de Budia, de entre ellos una decena de obispos.

El posible Museo de la Cultura
            Nos fuimos hacia lo que todavía queda del antiguo convento, el que fuera de carmelitas descalzos, fundado en 1732 en honor de la Concepción Inmaculada de la Virgen, anexo al cementerio y en completo estado de ruina. De él apenas queda de forma medianamente visible la fachada y los cuatro muros de la iglesia; el techo lo conservó mientras que sirvió para algo: para almacén del S.N. del Trigo, allá por los años cincuenta; después ahí se quedó al amparo de nadie como criadero de hierbas, jaramagos y toda clase de malezas espontáneas.
            Encontré al alcalde ilusionado con lo que en un futuro puede ser el actual edificio en ruinas del convento carmelita, una vez realizados los primeros pasos y aprobado como Proyecto de Interés Regional. Por el momento se cuenta con la cesión del edificio por parte del Obispado con destino a bien cultural, con la inversión ya aprobada de 200.000 euros del grupo Fadeta, y con los cálculos hechos que ascienden a un total de 1,3 millones de euros, de los que tres quintas partes aproximadamente (unos 800.000 euros) de la Unión Europea, irán a fondo perdido, y el resto lo aportarán otras instituciones entre las que se cuenta el propio ayuntamiento de Budia. Es el inicio de una posible realización que confiamos se llevará a término. El segundo paso, fundamental, será la declaración de Proyecto de Interés Regional, como antes se ha dicho; después de todo el trámite, la reconstrucción -por no decir restauración completa del edificio-, para concluir con la aportación de obras de arte y otro tipo de material que, según el alcalde, hay varias fundaciones que están dispuestas a colaborar con los fondos artísticos e instrumental que sean necesarios.


            Se cuenta con que en el proyecto entra la realización de una sala de exposiciones, salón de conciertos, biblioteca, departamentos de exposición permanente, y todos los servicios necesario para que en el edificio se pueda llevar a buen fin un plan de tamaña envergadura. Algo de ensueño que no dudo habrá de repercutir en beneficio de este importante municipio alcarreño, y en general de toda la provincia. Un asunto que seguiremos, paso a paso, con el interés que merece. Durante la visita al convento nos acompañó José Luís, encargado de la oficina de turismo, que me habló del interés de la gente por conocer Budia.
            Y abusando de su confianza, y con el molesto inconveniente de que el campo era un auténtico barrizal, mis amigos me llevaron a conocer Picazo, un viejo caserío en ruinas incorporado al ayuntamiento de Budia por el que manifesté cierto interés en conocer. Y fuimos, llevando como asesor a un antiguo amigo, Paco Cortijo, y nos dimos un breve paseo por el camino que en otro tiempo debió de ser su calle principal; y conocí el voluminoso tronco muerto del olmo concejil, la iglesia de la Asunción en lo más alto, y la pequeña ermita desmoronada, creo que del Niño Jesús, ya a la caída del valle. Picazo, donde hay una tabla rústica a la entrada que nos da la bienvenida, tuvo hacia el año 1850 hasta once casas abiertas y 36 habitantes, incorporado entonces al municipio de Valdelagua según el Madoz. Hoy forman parte del ayuntamiento de Budia los dos, Valdelagua y Picazo, además de Peñarrubia, una urbanización que pone la nota de modernidad a este pueblo singular y señero de nuestra comarca más característica: la Alcarria.

(En las fotografías: Ayuntamiento de Budia en la Plaza Mayor; "La Dolorosa" de Pedro de Mena; El Convento Carmelita en su estado actual.)

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