jueves, 6 de octubre de 2011

TURISMO PROVINCIAL



Son infinitas las posibilidades turísticas de la provincia de Guadalajara y, a pesar de todo, esta tierra, salvo en parcelas muy concretas, sigue siendo desconocida para el gran público. La riqueza monumental que le ha quedado como herencia de su propia historia; la variedad y cantidad de parajes irrepetibles que guarda dentro de su entorno, en cualquiera de las cuatro comarcas características que la integran; las magníficas comunicaciones que posee, y su inmejorable situación geográfica para ser vista, hacen suponer que las tierras de Guadalajara, sin excepción, constituyan en el futuro una de las más interesantes ofertas turísticas y culturales que España tiene para darse a sí misma, y a su vez para ofrecer al mundo.

Las villas de Sigüenza, Atienza, Pastrana, y la propia capital de provincia, son auténticos museos al aire libre, con monumentos, muchos de ellos, únicos en su especie. Monumentos que a la vez guardan en su interior todo un caudal interminable de arte antiguo, en las más diversas modalidades que el hombre del pasado fue capaz de manifestar su ingenio. No merece la pena, en un tratado tan reducido como éste, ponerse a enumerar una por una las muestras irrepetibles que se guardan en el secreto arcón de la Guadalajara desconocida. "El Doncel" de la catedral de Sigüenza, los famosos tapices flamencos de la colegiata de Pastrana, la joya arquitectónica del palacio de los duques del Infantado, la ermita románica de Santa Coloma en Albendiego, por ejemplo, podrían ser el inicio de una serie de valores repletos de interés que no acabaría nunca.

Rincones insólitos de reconocido mérito, como los pueblos del Macizo de Ayllón, o el Barranco de la Hoz, o el Alto Tajo; fiestas de antiquísimo o desconocido origen, como "La Caballada" de Atienza, o "La Soldadesca" de Hinojosa; la variedad de un folclore autóctono cuyo principio sería imposible de determinar en el tiempo, como ocurre con los típicos botargas y todo el dechado de color y de ritmo ancestral que llevan en su entorno; la más que importante gastronomía provincial, reflejo muy personal de la gastronomía de Castilla; el pozo sin fondo de la artesanía popular en cada una de las comarcas; villas en ruina, como la visigoda de Recópolis; ríos aptos para la pesca, como lo son los de las sierras del norte o del sureste, sin olvidar la riqueza piscícola de los embalses alcarreños cuando estos se encuentran, por lo menos, a mitad de su capacidad; el testimonio histórico y documental de tantos de sus pueblos cargados de resonancia: Hita del Arcipreste, Palazuelos, Molina de Aragón; el recuerdo en piedra caduca de sus viejos monasterios del Císter, de los que aún queda señal; el peso abrumador de su historia y el ingenio de las leyendas que sobre escenarios guadalajareños tomaron cuerpo; las piedras parlantes de medio centenar de castillos y fortalezas, casi todas ellas de origen medieval; los palacios renacentistas, tan ligados a la gran familia de los Mendoza; las casonas molinesas, a lo largo y a lo ancho de los pueblos y villas del Señorío; las infinitas muestras que el Arte Románico dejó en estas tierras como señal; el tesoro en pinturas y grabados prehistóricos que encierran sus cuevas rupestres; la cantera de hijos ilustres cuya cuna aquí quedó para el resto de los sglos... son, en fin, motivos más que sobrados por los que el público de otras tierras se habrá de interesar. Todo ello, claro está, siempre que exista una política que lo apoye, y un interés por parte de los ciudadanos por abrir sus puertas a quienes vienen desde lejos de aquí. Instalaciones hoteleras están comenzando a surgir durante los últimos años, aunque no suficientes, tal vez ante la ventura de una autentica consolidación del turismo en estas tierras.

(En la fotografía: Capilla de los Arce (El Doncel) en la catedral de Sigüenza) 

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