sábado, 6 de febrero de 2010

EN EL XXV ANIVERSARIO DEL "NUEVO VIAJE A LA ALCACARRIA"


Se cumplirá, a las puertas del próximo verano, un importante acontecimiento de tipo cultural del que la Alcarria vuelve a ser protagonista. Se trata del XXV aniversario del segundo de los libros que escribió Camilo José Cela, “Nuevo viaje a la Alcarria”, después de una gira literaria por la comarca que muchos años antes universalizó en otro libro publicado en 1948, y traducido a los más importantes idiomas de la tierra.
No pertenezco al reducido grupo de íntimos que tuvo el autor durante su estancia entre nosotros. Mi relación con él se reduce a tres cartas de agradecimiento, manuscritas, que conservo como un tesoro, y a un par de entrevistas con fines periodísticos que me concedió por aquellos años en los que fue nuestro convecino. Debo de reconocer por otra parte, eso sí, que desde muy joven fui un lector asiduo de sus obras, un forofo de sus primeros trabajos y de muchos de sus artículos y relatos que todavía leo con bastante frecuencia.
Durante demasiado tiempo -veinticinco años ya- guardo una cinta de caset con su propia voz, y una cuartilla con la transcripción en letra legible de lo que en ella se dice, plegada entre las páginas de una de las primeras ediciones del “Nuevo viaje a la Alcarria” que publicó Plaza & Janés en el años ochenta y siete; un libro, por cierto, dedicado por el autor. El texto recoge literalmente las palabras que, como remate a la cena de despedida, el viajero improvisó en Pastrana la noche del 14 de junio de 1985. Se encontraban en el acto con el Sr. Cela todos los amigos, fotógrafos, y periodistas que le habían acompañado durante aquellos días en su segundo periplo por tierras de la Alcarria. También se encontraban allí la inmensa mayoría de los alcaldes de la comarca, y por añadidura hasta abarrotar el salón, un grupo de invitados entre los que tuve la suerte de encontrarme. El acto resultó verdaderamente agradable, emotivo y en extremo cordial.
Desde entonces a hoy he leído en varias ocasiones el texto de su despedida en pastrana. Pienso que se le dio muy poca importancia a lo que dijo allí. Algún periódico reprodujo frases literales o se limitó a explicar su contenido en un estilo indirecto. Pese a ser producto de la improvisación, siempre me ha parecido una pieza literaria digna de tal autor. Pienso que de haberlo visto escrito, don Camilo lo hubiera dejado así, sin retocarlo, precisamente él, que como es sabido fue tan aficionado a corregir sus escritos.
Hoy, ya dentro del año en el que se cumple el primer cuarto de siglo de aquel segundo viaje, y como primer homenaje por tal razón al maestro desaparecido, he pensado reproducirlo íntegramente. No es muy largo y no figura en ninguna edición de sus obras completas, por lo menos en lo que yo conozco. Ahí está:

“Señores alcaldes de la Alcarria, mis queridos amigos todos: No hay soberbia que no caiga. Yo, que me preciaba de ser un vagabundo, voy camino de convertirme en fuerza viva, lo que no deja de ser doloroso. Pero como no hay soberbia que no caiga, procuraré agarrarme como a un clavo ardiendo a las circunstancias para tratar de sacarle el debido provecho.
La Alcarria ha sido siempre muy generosa conmigo, sin una sola limitación, sin una sola excepción, sin un solo caso adverso, por lo menos que yo sepa. Y la Alarrai ha sido muy generosa conmigo porque quizá al ver que mi intención era buena, hace 39 años me abrió los brazos de par en par. Yo procuré escribir un libro honesto, con buena letra, tratando de explicar un poco el secreto de esa tierra a la que a la gente no le da la gana ir. No sé si ahora se ha roto ya ese hielo, aunque confío que sí, pero en todo caso, quizá entre todos podamos seguir laborando para que, de una vez para siempre, este país tan hermoso, tan bello, tan delicado y tan acogedor, abra sus puertas de par en par a todos los viajeros.
Quiero recalcar que éste mi nuevo viaje a la Alcarria está discurriendo por unos cauces n mejores ni peores, ciertamente, pero sí distintos del viaje que transcurrió en el año 46, hace ya 39 años. Las circunstancias son diferentes, tanto para la Alcarria como para mí, y esto, naturalmente, deberá ser reflejado en el libro.
Esta mañana, a las personas que me han acompañado, y a las que quiero manifestar públicamente mi gratitud, les decía que no me importaría nada volver a empezar de nuevo -en dirección contraria, por ejemplo- para darle un poco de variedad al asunto. Supongo que dentro de 25 años se me pondrán unas nuevas placas en la alcarria. Lo que sí les prometo es que dentro de 40 años volveré a andar el país, no sé en qué suerte de vehículo, aunque es posible que en una nube, que es donde solemos estar por aquellas alturas los espíritus puros. Muchas gracias a todos”.

El autor gallego nos dejó a su muerte una deuda que saldar por nuestra parte. Pese a su complicado carácter cuando alguien pretendió llegarse hasta él sin las manos ni el corazón limpios, intentando coger el rábano por las hojas y sin tener en cuenta que se trataba de un genio la persona que tenía delante, don Camilo era un hombre cordial, agradecido, educado, cultísimo, una persona que poseía en sus modos y en su conversación el difícil don del impacto, aunque tras de sí, como a menudo ocurre con cualquier compatriota excepcional (estamos en España), haya ido dejando una legión de detractores ladrando en el camino.
Murió Camilo José Cela el día 17 del mes de enero del año 2002. La alcfrria, gracias a él, figura en las bibliotecas de todo el mundo como una tierra con la que hay que contar, con unas gentes honestas que, según escribió en la dedicatoria de su “Viaje a la Alcarria” al doctor marañón: “me trataron bien, a veces con escasez, pero siempre con cariño”. Dejamos así, pues, en su memoria, encendida a perpetuidad la lamparita de nuestro mejor recuerdo.

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