lunes, 26 de octubre de 2009

GALERÍA DE NOTABLES ( V ): REGINO PRADILLO


Pintor de renombre universal nacido en Guadalajara el 25 de noviembre de 1925. Académico correspondiente de la Real de Bellas Artes de San Fernando. Expuso con éxito en las principales ciuda­des de Europa y de América. Condecorado y galardonado en varios países. La pintura de Pradillo es un soplo de inspiración de su tierra natal y un resumen de la pintura clasicista española en ideal simbiosis con el impresionismo francés. De él escribió el Marqués de Lozoya: "El pintor alcarreño ha sabido captar como pocos la grandiosidad del campo español, con la desnuda arquitectura de sus colinas y de sus alcores, y con la infinita poesía de la llanura, que en los ocasos se enriquece con una gama finísima de ocre y violeta", lo que no deja de ser una visión de su pintura paisajística escueta y exacta.
Regino Pradillo recibió en vida el Premio Nacional de Pintura del Ministerio del Ejército el año 1956; y el “Jesús Aramburu” del Gobierno Civil de Madrid en 1961, entre otros muchos galardones y consideraciones.
Durante la segunda mitad de su vida Regino Pradillo residió en París como catedrático de dibujo y como director del Liceo Español de la capital francesa. Falleció en Guadalajara el 18 de octubre de 1991.

(Del Diccionario enciclopédico de la provincia de Guadalajara)

miércoles, 21 de octubre de 2009

HISTORIA DE GUADALAJARA, DE ALONSO NÚÑEZ DE CASTRO


La Historia de Guadalajara de Alonso Núñez de Castro, importante autor del siglo XVII, es la más antigua que en edición impresa se conoce. De ella se han venido sirviendo en buena parte no pocos de los historiadores posteriores a él. No es ésta, en cambio, la primera Historia de Guadalajara que se ha escrito, pues tenemos noticia de que algunas otras anteriores a ella fueron escritas, tales como los “Anales de de la Ciudad de Guadalajara” de Francisco de Medina y Mendoza, escritos en el siglo XVI y desparecidos hoy para su consulta y consideración, o las Historias de Guadalajara del jesuita padre Hernando Pecha, escrita en 1632, o la del regidor don Francisco de Torres, escrita en 1647, y publicadas años y siglos después.
La que hoy y aquí nos interesa se publicó en 1653 en “las prensas de de Pablo del Val”, con el título de "Historia Eclesiástica y Seglar de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Guadalajara", de la que hasta hace muy poco tiempo tan sólo se podía disponer, y por tanto consultar, por parte de algunos privilegiados y en lugares muy concretos y restringidos; pues desde su aparición tan sólo había vuelto a aparecer en cortas reediciones, muy antiguas, alguna de ellas en portugués y publicada en la ciudad de Lisboa.
Por fortuna tengo en mi poder un bellísimo ejemplar de este libro, editado en facsímil, tapas duras con forro de terciopelo en un severo color morado, elegantísimo, en Din A-4, con 418 páginas que es todo un lujo, y que recomiendo a los muchos interesados por la historia de esta tierra que se cuentan entre mis lectores.
La edición de la que hablo salió a la luz el año 2003, y fue publicada meticulosamente en Guadalajara por la editorial AACHE, con el patrocinio del Excmo. Ayuntamiento de la ciudad.

La obra está dedicada por su autor a don Ivan de Morales y Barnuevo, caballero de la Orden de Alcántara, del Supremo Consejo de Castilla, y señor de Romanones y Valdemorales. Su amplísimo contenido y en extremo interesante, se desarrolla a lo largo de los seis libros de los que se compone, según la introducción del mismo libro, de la manera siguiente:

Libro I.- Descripción breve de la ciudad, análisis de su nombre y de su origen, reseña de inscripciones romanas, apoyo de la idea de haber sido ésta la Complutum de los romanos, conquista de la ciudad a los árabes por Alvar Fáñez de Minaya, y referencia biográfica de este personaje.
Libro II.- Establecimiento del cristianismo en Guadalajara, apoyo de la idea de haber sido una sede episcopal con listado de obispos, referencia de mártires, vírgenes, santos y confesores que aquí florecieron, según la propuesta que el autor sigue fielmente de los falsos cronicones.
Libro III.- Organización del municipio, paso de la villa a ciudad, serie de corregidores, personas de la familia real que aquí vivieron. En este libro el autor comienza a recoger y tratar con todo detalle el núcleo de la obra, que no es otro que la historia de la familia Mendoza, tratando de su origen, grandezas, relación de sus figuras más destacadas, biografías de los duques del Infantado y de sus familiares, con anécdotas de entradas y bodas reales en la ciudad.
Libro IV.- Sigue la referencia pormenorizada de las diversas ramas de la casa de Mendoza, anotando biografías y méritos de los individuos más destacados de las casas de Tendilla, Torija, Fresno, Yunquera, etc.
Libro V.- Un largo listado de los más destacados linajes y familias de prosapia en Guadalajara, con amplios y detallados árboles y relaciones genealógicas de todas ellas.
Libro VI.- Otro listado de los ciudadanos aislados, individuos de mérito, y caballeros de las Órdenes Militares, con actividad literaria, militar, política o simplemente aristocrática.

miércoles, 14 de octubre de 2009

TARDE DE OTOÑO EN CANTALOJAS


Fue en la mañana de un domingo de abril del año cincuenta y ocho cuando conocí Cantalojas por primera vez. Era el pueblo de mi primer destino apenas terminar los estudios de Magisterio. La diferencia entre estas tierras serranas y las de mi lugar de origen, en el pórtico de la comarca manchega, era considerable. Todo me pareció distinto en extremo. Llegué a pensar durante los primeros días que no me adaptaría a estar aquí. No había línea de autobús desde Guadalajara. Todas las incomodidades pasan inadvertidas cuando no se han cumplido los veinte años. Una escuela incómoda, sin material adecuado para el trabajo, y cincuenta y dos niños varones de todas las edades con los que calmar aquellos deseos retenidos de sentirse útil a la sociedad. Lo demás fue todo una bonita historia que no viene al caso. Aquí me casé, y aquí paso largas temporadas cada verano con mi familia. Quiero decirte, amigo lector, que con todos los riesgos que ello lleva consigo, hoy voy a hablarte de mi pueblo de adopción.
Cincuenta años después, Cantalojas tiene muy poco que ver con la imagen lóbrega que hayas podido sacar después de lo antes dicho. El tiempo ha conseguido dar la vuelta a todo, nada es lo mismo. Las viejas escuelas a las que asistían un centenar de alumnos entre niños y niñas, fueron sustituidas tiempo después por un sólido edificio de piedra, cómodo, con cumplidos ventanales y mobiliario nuevo. En este momento es posible que la matrícula no llegue a diez alumnos entre niños y niñas. El pueblo superaba entonces los quinientos habitantes, ahora escasamente llegará a los cien como población de hecho, y, como es fácil suponer, la inmensa mayoría son personas de edad avanzada. En cambio, los servicios y las infraestructuras municipales han mejorado de manera tajante: calles limpias (el ganado no entra al pueblo), servicio de agua suficiente en cada domicilio, adaptación a los nuevos tiempos de muchas de las viviendas viejas, mientras que otras nuevas llaman la atención dentro del pueblo y en sus alrededores, donde acoger cada verano a los varios centenares de personas que acuden al lugar de sus mayores en busca del regalo seguro de un clima y de un ambiente difícilmente mejorable.
La popularidad adquirida por Cantalojas dentro y fuera de la provincia, incluso de la región, se debe principalmente al auge que durante las últimas décadas ha tomado a escala regional el hayedo de Tejera Negra, declarado Parque Natural dentro de su término. Una masa boscosa que cada año y por estas fechas atrae a miles de visitantes. La naturaleza en el Hayedo se muestra pura y al descubierto. Es como un escaparate natural de flora y de fauna variadas, rica en especies, donde el haya es la estrella dentro de las clases arbóreas, en tanto que el corzo, la trucha común, y toda una diversidad de aves rapaces, cuentan entre los principales pobladores de este sugestvo paraíso dentro del reino animal.

Pero es el pueblo lo que pretendí mostrarte en un principio, y a ello voy. Se entra por un ramal de carretera que parte de la Gu-164, no lejos de la villa de Galve, y que acaba junto a las primeras casas. Ya a la entada se anuncia la pista que lleva hasta el Hayedo de Tejera Negra y hasta el camping de Los Bonales, por el camino del río. La Calle Mayor parte desde la misma entrada y continúa más allá de la Plaza. Sentados en el poyo de su casa, el Tío Emilio y la Tía Eulalia leen con atención nuestro periódico, interesándose por las ferias de Guadalajara que ya dieron comienzo en la capital.
- Según dice el papel hay mucha animación este año -me explica el Tío Emilio. Las corridas de toros parecen buenas.
- ¿Con cuál de ellas se queda usted?
- Para mi gusto la mejor es la del domingo. El Juli torea muy bien, y el Fandi es muy valiente poniendo las banderillas. Me veo todas las corridas que ponen en la televisión.
El Tío Emilio tiene noventa y cuatro años, tal vez sea el hombre más viejo del pueblo. De mujeres hay varias que le superan en edad. De vista anda muy bien, pero el oído lo tiene completamente perdido.
- Hace más de cincuenta años que me prohibieron fumar, y ahora no me dejan que tome café. Me ando escapando hasta el hostal y allí me tomo alguno. Yo sé mejor que los médicos lo que me viene bien y lo que me viene mal. Todos los días me doy una vuelta o dos por el pueblo, me leo el papel y veo la televisión si ponen algo que me gusta ¿Sabes? Hay que entretenerse en algo.
En la Plaza Mayor están el ayuntamiento con su juego reglamentario de banderas ondeando en el balcón, la casa rural Castillo de Diempures y el bar El Tejero como principales establecimientos públicos. La Plaza Mayor es el escenario de acción en los grandes acontecimientos festivos, llámense fiestas de San Julián a mediados de agosto o la feria y fiestas patronales de la Virgen de Valdeiglesias, durante los días del diez al doce del mes de octubre.
La feria de ganado de Cantalojas fue por tradición una de las más importantes en esta comarca límite entre las dos Castillas. La feria volvió a recobrar su puesta en funcionamiento después de un periodo no demasiado largo en el que desapareció. La causa no fue otra que la falta de utilidad práctica, habida cuenta que a lo largo de todo el año los compradores de terneros se suelen pasar por el pueblo y se llevan la mercancía en sus propias camionetas. Hoy la feria de Cantalojas consiste principalmente en un concurso y exhibición de ganado, con los consabidos premios anuales de la Diputación Provincial para los mejores expositores, según el jurado.
Es posible que el número de reses vacunas supere en Cantalojas la cifra de quinientas, en tanto que el ganado lanar ha descendido de manera considerable en relación con el número de reses que tuvo hace treinta años, cuando su volumen se cifraba por encima de las dos mil cabezas, sin contar con otro millar de ganado cabrío, que ha ido despareciendo por falta de personal joven que lo cuide.

De todos es conocido el cambio que el medio rural ha venido experimentando durante los últimos treinta años. Cantalojas es posible que sea uno de los lugares que con mayor rigor haya vivido esta experiencia. El pueblo de agricultores y ganaderos que antes fue, ya hace tiempo que abandonó la agricultura definitivamente, quedando tan sólo la cabaña ganadera en mano de unos cuantos propietarios jóvenes, capaces de desenvolverse con ella. La antigua raza de vacuno avileño, aquellas reses de color negro que los campesinos empleaban para los trabajos de labranza y acarreo, ha sido sustituida por otra clase de reses para el engorde, que se crían en el campo durante la mayor parte del año, y cuyo número se ha visto aumentar de manera notoria..
No obstante existe otra puerta abierta como posible salida para la supervivencia, más acorde con lo que reclama la sociedad española actual pensando en el descanso y en los periodos más o menos largos de vacación. Me refiero al turismo rural de tierra adentro, con sus muchas posibilidades y ventajas frente al tradicional turismo de costa, no siempre al gusto de todos.
El turismo rural, aunque lentamente, está adquiriendo cierta importancia en Cantalojas durante los últimos años. La bonanza de la climatología en los meses de verano, la vecindad del bosque, unidas a la riqueza paisajística de sus alrededores, están haciendo que el público de fuera se interese en pasar por aquí. Están proliferando los establecimientos de recepción a posibles visitantes: dos casas rurales, cómodas y con excepcional servicio; un hostal en la salida hacia el Hayedo, dos bares junto a la plaza, un pequeño supermercado, y un edificio nuevo dedicado a apartamentos rurales, quedan durante los doce meses del año dispuestos para el servicio de quienes deseen compartir con los habituales pobladores del lugar, las mil ventajas que la naturaleza en su estado más puro, es capaz de ofrecer.
Junto a la carretera trabaja en su taller de artesanía José Antonio Crespo. Recuerdo cómo siendo muy joven este muchacho trabajaba en una labor apasionante, pero que requería mucho tesón y mucha paciencia. Preparaba cuadros con fachadas de edificios nobles, hechos con piedrecitas de diferentes formas y color, muy interesantes, que luego servirían para colgar. Después ha preferido dedicar su tiempo a la fabricación manual de pequeños muebles, pura artesanía rural, que saca a la venta en tiendas de Atienza, de Sigüenza y de Guadalajara. Completa su quehacer -en ello lo veo ilusionado- en trabajos de apicultura. Ha instalado colmenas en pleno bosque. La miel de la Sierra es menos conocida que la miel de la Alcarria, pero que en calidad, me dice él, no tiene nada que envidiar. Es una miel distinta, miel de brezo y de roble, miel serrana, una esencia más de esta tierra todavía sin descubrir.
Son las seis de la tarde. En el reloj del ayuntamiento suenan a toque de campana las notas del “Himno a la alegría” de un tal Ludwing van Beethoven. Vivir para ver. Los primeros coches que vuelven del Hayedo toman la carretera de regreso sin detenerse. Una docena de buitres en escuadrilla merodean en la altura por debajo de unas nubes blancas. El sol sanguino del otoño comienza a esconderse por la cercana sierra.

domingo, 11 de octubre de 2009

GUADALAJARA, LA CIUDAD DE LAS ROSAS


(DEDICADO A LOS LECTORES DE LA GUADALAJARA TAPATÍA EN NUESTRA FIESTA COMÚN DE LA HISPANIDAD)


Guadalajara, Guadalajara...
Guadalajara, Guadalajara...,
Tienes el aire de provinciana,
hueles a linda rosa temprana...
(Canción popular mejicana)

Voces recias de bravos rancheros mejicanos y acordes de mariachi, acuden a la mente a la hora de tomar la pluma para escribir sobre un tema, entrañable para tantos de nosotros, y sobre el que jamás había escrito ni una sola palabra.
A Guadalajara, en el mundo -lo he podido comprobar-, fuera de nuestras fronteras nacionales la conocen como una importante ciudad americana, capital del estado mexicano de Jalisco, famosa por su actividad y por su largo número de habitantes; y todo es verdad, aunque no nos resignemos a reconocer que Guadalajara, la antigua, la Wad-Al-Hayara que engancha con la Historia como "Río de piedras" -piedras del Henares, naturalmen­te- es la nuestra, la Guadalajara de nuestros pecados y de nuestras ilusiones, sin que ello nos induzca a ignorar que al otro lado del Atlántico hay otra Guadalajara grande, diferente, cosmopolita; pero querida y deseada por los que estamos aquí. Es la Guadalaja­ra tapatía, aque­lla a la que cantó Jorge Negrete con el sentimiento de un charro cabal, cuyo timbre de voz resuena en los oídos de esta Guadalaja­ra nuestra con sabor a algo propio.
La fundaron los españoles en 1532 por expreso deseo de don Nuño Beltrán de Guzmán, guadalajareño de aquí, o arriacense para ser más preciso, que puso la tal misión como encargo a uno de sus capitanes, don Juan de Oñate. En 1539, el emperador Carlos I le otorgó el título de ciudad y el escudo que aún conserva: dos leones rampantes apoyados sobre un pino con tronco de oro sobre campo azul. El obispo don Pedro de Ayala, alcarreño él como el propio don Nuño, consiguió que la sede episcopal se estableciera en la recién creada ciudad de Guadalajara. Era el año 1546.
Hoy, a cuatro siglos y medio de aquella etapa fundacional, Guadalajara guarda con orgullo, y con merecimiento, el apelativo común de la Perla de Occidente, o la Ciudad de las Rosas, en la que se dan, partiendo de los edificios de la primera época colonial y concluyendo con los gustos y los materiales más al día, una extensa variedad de estilos arquitectónicos que la definen como una ciudad moderna, y al mismo tiempo señorial y elegante, en una conjunción perfecta, ajustada, increíble.
Desde su fundación con sólo sesenta y tres cabezas de familia, hasta hoy que anda muy cerca de los dos millones y medio de habitantes, la evolución creciente de la capital del estado de Jalisco ha sido vertiginosa. La metrópoli está integrada por las viejas villas aztecas de Zapopan, Tlaquepaque y Tonalá; la primera de ellas es la sede del más importante santuario mariano de México -después del de Guadalupe, por supuesto-: la Basílica de Nuestra Señora de la Expectación, o de Zapopan, obra del siglo XVI atendida por franciscanos, a la que acuden cada año cientos de miles de fervorosos romeros. Tlaquepaque y Tonalá son famosas por la belleza de su artesanía, principalmente de cerámica, vidrio soplado y papel maché; lo que convierte a la ciudad entera en una tentación, en un abierto paraíso para las compras, dentro de esa Guadalajara única, admirable y admirada.
Pocas ciudades de la vieja Europa son capaces de ofrecer al viajero y al turista tantos atractivos como aquella en donde su acervo cultural, su interés paisajístico y costumbrista, constituyen un foco espléndido de interés sin salir de América Hispana. Las exposiciones, congresos, convenciones y asambleas de alto rango, cuentan en Guadalajara con las mejores infraes­truc­turas como centro más adecuado y moderno que, a tanta distancia, uno pueda imaginar. Por lo que se refiere a estableci­mientos hoteleros, pásmense, cuenta con cerca de trescientos, lo que equivale a una cifra global en torno a las quince mil habitaciones.
En el centro histórico, o casco antiguo de Guadalajara, la ciudad ofrece al recién llegado la imagen severa de su catedral, obra del siglo XVII, con sus dos afiladas torres por enseña; el Teatro Degollado, del siglo XIX, con artística bóveda que decoró Jacobo Gálvez, en la que están representados varios del los personajes del Canto IV de la "Divina Comedia"; el Instituto Cultural Cabañas, construido como casa de misericordia a principios del pasado siglo, a instancias del obispo de Guadala­jara don Juan Cruz de Cabañas, y que actualmente acoge una importante exposición del maestro muralista José Clemente Orozco, quien en la cúpula de la capilla dejó muestra inmortal de su arte con "El hombre de fuego", pintado en 1939; la Barranca de Huentitan, con los parques zoológicos más importantes de toda la América Latina. Y a media hora de viaje en automóvil desde el extrarradio, el lago Chapala, el más grande y el más romántico de los lagos de México.

Dicen que las riberas del lago Chapala se hicieron para soñar en claras noches de luna. Gozan las tierras de Chapala de un clima inmejorable, y de unos paisajes a los que ni siquiera alcanza la imaginación. Hay que vivirlos y soñarlos en tardes de encendido sol cuando el astro se esconde al otro lado de las colinas y de las palmeras, y adormecerse después junto a sus aguas mansas, rizadas, brillantes con fulgor de lentejuelas durante la noche en calma de aquellas benditas tierras. Por más de trescientos kilómetros se extiende su ribera. Son decenas, cientos quizá, los pueblecitos que cunden a su alrededor, pueblecitos habitados por hábiles artesanos del barro o del metal, por gentes humildes que viven de la oferta de lo que hacen sus manos, de los deliciosos platos típicos de la región que sirven a quienes van de lejos. Chapala, a media hora en automóvil desde la capital del estado de Jalisco, sigue siendo aquel "rinconcito de amor donde las almas pueden hablarse de tú con Dios" como, quiero recordar, decía aquella vieja balada para cantar en sus orillas.
A una y a otra Guadalajara las separan las aguas del occeano, las separan también el paso inapelable de los siglos. Muy poco en común tienen entre sí, aparte del nombre y del reflejo histórico de su origen. Tal vez no fuera malo recordarse mutuamente, los arriacenses de aquí y los guadalajarenses de allá, con algún acto, aunque sólo fuera simbólico cada año con motivo, por ejemplo, del día de la Hispanidad. Las gentes -y más en estos tiempos que corren en que los valores del espíritu andan un tanto a la deriva- tendemos a ser olvidadizos. Acabar con el lazo espiritual que une a las dos Guadalajaras sería un error irreparable, una ofensa grave a nuestro pasado y al de la ciudad hermana, una injusticia de la que la Historia deberápedirnos responsabilidades.

jueves, 8 de octubre de 2009

DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO DE GUADALAJARA


Como indica su título, este libro es un “diccionario” porque consta de unas dos mil entradas que van apareciendo en sus páginas por riguroso orden alfabético; es “enciclopédico” porque abarca todo tipo de palabras y de temas diferentes que conviene conocer para hacerse una idea lo suficientemente completa de esta tierra y sus infinitas particularidades; y es “de Guadalajara” porque todas sus entradas guardan relación con esta provincia castellana, incorporada a la comunidad autónoma de Castilla la Mancha.

Por su utilidad, extensión y variado contenido, alguno de sus comentaristas la ha dado en llamar la "Biblia de Guadalajara", siendo, por tanto, uno de los libros de mayor utilidad que se han escrito hasta ahora con relación a esta tierra.

Personajes, pueblos y ciudades, aldeas y despoblados, costumbres y fiestas populares, acontecimientos históricos, montañas y ríos, parajes, flora y fauna, literatura, curiosidades, patronazgos, gastronomía…, todo cuanto se pueda interpretar como temática propiamente guadalajareña -salvo involuntario olvido-, aparece en sus páginas con la extensión que requiere cada asunto o motivo, entre las tres líneas la entrada de menor extensión, y las dos páginas de texto las de un contenido más amplio.

Una primera edición de Aache se agotó al poco de salir. Una segunda, corregida y aumentada, publicada por el diario “Nueva Alcarria” en fascículos coleccionables, con centenares de fotografías a todo color, ha mejorado a la primera al menos por cuanto se refiere a su contenido, pues se ha visto ampliada con más de doscientas entradas.


(el detalle)


OCÉN, Virgen de

Con este nombre se venera en Hortezuela de Océn y otros pueblos de su comarca a una imagen de la Virgen. Su ermita queda sobre un alto pedregoso, en el lugar mismo en el que en otro tiempo existió un poblado llamado Océn y restos de una antiquísima fortaleza. La fiesta patronal de Nuestra Señora de Océn se celebra el último domingo de Mayo.


OCENTEJO

El pueblo de Ocentejo, uno de los más pintorescos y más ricos en valores paisajísticos de todos los del Alto Tajo, dista de Guadalajara 100 km. Tiene una población de derecho de 46 perso­nas. Su altura sobre el nivel del mar es de 859 metros, en tanto que la extensión de su término en kilóme­tros cuadrados es de 30,3. Como núcleo de población, Ocentejo está situado en un valle que ya habitaron los celtíberos, como lo demuestra la necrópolis del Castillejo; también los romanos, de cuyo paso se han encontra­do lápidas mortuorias en su término. Fue villa en posesión de la familia conquense de los Carrillo de Albornoz, y durante la Guerra de la Independencia en él se instaló la Junta Provincial de Guadalajara, que vio cómo los soldados de Napoleón volaban el puente más importante sobre el río que existía en su término.

A mediados del siglo XX, y debido a lo escabroso de sus tierras, sirvió de refugio al "maquis", residuo del ejército republicano que, a manera de guerrillas, sembró de pánico aquellas serranías después de la Guerra Civil.

Sobre un risco que hay en el mismo pueblo queda el recuerdo de un pequeño castillo, que en tiempos debió pertenecer a la familia de los Albornoz. Aguas arriba y a relativa distancia está el famoso Hundido de Armallones, así como las antiguas salinas de la Inesperada.


OCHAÍTA GARCÍA, José Antonio

Inspirado poeta del siglo XX nacido en Jadraque el año 1905. Cultivó el periodismo, el teatro y el ensayo, siendo autor de la letra en muchas de las coplas y canciones más conocidas de la posgue­rra española: Cuatro farolas, Eugenia de Montijo, El Porropopero, entre otras.
Impresionaba Ochaíta al auditorio en los recitales de sus poemas, que venían a ser verdaderos torrentes líricos de amor a las tierras de Guadalajara. Murió sobre un pequeño escenario junto a la puerta de la Colegiata de Pastrana durante las fiestas del Carmen de 1973, en el momento en que recitaba la frase "tengo la Alcarria entre mis manos", de su poema "Manos nuevas para mi tierra vieja". José Antonio Ochaíta fue cronista oficial de la ciudad de Guadalaja­ra. De sus libros de versos publicados conviene destacar Turris Fortísima, Desorden, y Poetización de Jaén.


OLIVA, Cerro de la

Se encuentra este altiplano en la margen izquierda del río Tajo, a 1500 metros de distancia aguas abajo de la villa de Zorita de los Canes. Es famoso porque sobre él fue construida hacia el año 578 la ciudad de Recópolis por el rey visigodo Leovigildo, y allí quedan sus ruinas ahora en periodo de excavación. También se le ha conocido por el Mesetón de Rochafrída.

martes, 6 de octubre de 2009

GALERÍA DE NOTABLES (IV):SEGUNDO PASTOR



Todos recordamos a don Segundo Pastor Marco como un eminente guitarrista nacido en Poveda de la Sierra (Guadalajara) el 23 de junio de 1916. Magnífico ejecutante de los compo­sitores clásicos, especialmente de Tárrega, de Turina y de Grana­dos, y excelente compo­sitor de música para guitarra, considerado entre los cuatro grandes de nuestro siglo XX.
Segundo Pastor, hombre amable y con personal gracejo, fue querido por todos los públicos que le escucharon. Fue catedrático honorario de la Universidad de Oswego en los Estados Unidos, condecorado por el gobierno de Venezuela, académico de las Artes y las Letras de Cuenca y presidente de la Sección de Música de la Institución "Marqués de Santillana" de la Diputación de Guadala­jara, entre otros muchos honores y títulos. Viajero incansable por Europa y América, donde dio conciertos memorables como el que sirvió de estreno a su obra Suite de Flandes, con la Orquesta de Conciertos de Nueva York en 1977.
De su importante producción para guitarra cabe destacar La Leyenda del Júcar, Homenaje a la Alcarria, Piezas descriptivas de la Ciudad Encantada, Homenaje a Chopín y Tríptico del Doncel.
Segundo Pastor era hijo adoptivo de la ciudad de Cuenca, en donde estudió el Bachillerato, la carrera de Magisterio y pasó una buena parte de su juventud.
Falleció en Madrid el día 9 de noviembre de 1992.
(Del "Diccionario Enciclopédico de la provincia de Guadalajara")

jueves, 1 de octubre de 2009

LA ALCARRIA DE ALONSO ZAMORA VICENTE


Nadie lo hubiera dicho hasta que el campo de la Alcarria, sus pueblos y sus gentes, fueron descubiertos por importantes autores de un pasado más o menos reciente. Antes lo habían hecho entre algunos más Iriarte y Jovellanos, luego Cela, y muy poco después, como siguiendo los pasos del Nóbel gallego, por un tramo muy preciso de su recorrido en aquel primer viaje que le dio fama, lo hizo otro insigne, Alonso Zamora Vicente, como en una fugaz asomadilla por las afueras de Madrid.
Fue una tarde de abril del año sesenta y uno, enésimo aniversario de la muerte de Cervantes. Zamora Vicente dedicó unas cuantas horas de aquel domingo a recoger material por nuestros campos y por nuestros pueblos con el que dar forma y feliz remate a uno de los más bellos artículos de su obra Libros, hombres, paisajes, y al que dio el sugerente título de Naciente primavera, sin duda, una de las páginas más hermosas que hasta el momento hallaron inspiración en la piel ruda de la comarca alcarreña. Comarca alcarreña he dicho, y he dicho bien; pues el relato arranca en una de las otras Alcarrias, la de Madrid, cuando el autor se sorprende en Nuevo Baztán, el pueblo que mandó construir el banquero Goyeneche, ministro que lo fue de Luis I, y levantado según los gustos palaciegos por José de Churriguera. Loeches es la siguiente villa alcarreña de la que habla el autor, impresionado ante la tumba del Condeduque de Olivares que se conserva en el convento de Dominicas y que él mandó construir a propio encargo.
Uno, que siente veneración por ese puñado escogido de artistas de la palabra y maestros del idioma, que han vivido y escrito en nuestra lengua a lo largo de todo el siglo XX, coetáneos nuestros, por tanto, se honra en sacar de la penumbra un poco de lo por ahí perdido, y que considera merece figurar con todos los honores en ese imaginario volumen dedicado a esta “tierra de las buenas letras”, que los guadalajareños de ahora, y más todavía los que vengan después, debieran conocer y, ¡qué decir!, también recrearse en su lectura. Escribe Alonso Zamora Vicente:
«La Olmeda, Fuentenovilla, Escariche, Hontova, Escopete... Pueblos diminutos, árboles que abren con pasmo sus yemas, frutales en flor. Los labriegos queman los pastizales viejos para obtener el renuevo y llega hasta el coche el perfume de la retama ardiendo y el crepitar de las varas. Entre mimbreras agudas corre, despacio, el Tajuña. Los caseríos se escalonan por las lomas, trepando de espaldas, y la gente se asoma a los portales, gritando a los chicos palabras inexpresivas. En un cruce de caminos, un sacerdote lee su breviario, sentado en los escalones de un altarcillo. En el suelo, a pocos pasos, un hombre viejecito, acostado en el tronco de un olmo, las manos cruzadas sobre la cayada, se espanta, de vez en cuando, las moscas que le acosan y se limpia un ojo que llora, pertinaz, con el revés de la manga. Pasa un rebaño, los campos se van inundando de hondura, sosegándose, endurecida paz de la tarde improrrogable y ya descendiente. En las eras redondas, escalonadas por las cuestas, con un chozo de piedras en el borde, la gente, endomingada, baila, pasea, corretea, juega al corro, ríe provocativamente. Vistos desde arriba, sol de través, la alegría multicolor de las faldas brilla en las ruedas de mujeres, espejea opulenta entre el amarillo limón de la tarde mediana. Una campana voltea, rápida, y la estela de un reactor se incendia en lo alto. Grandes nubes estrechas se deshacen sin sombra sobre los campos intensos. Los ribazos aparecen repletos de romero en flor, de argomas, de tomillos. Zumban las abejas escondidas en las ramas y el aliento oloroso de las matas se estremece, abierto, generoso, a cada sacudida.»

Y Pastrana, la Villa de los Duques y de Teresa de Jesús para dorar el viaje de unas horas de abril por tierras de la Alcarria. Va entrando la tarde. La sombra de aquellos personajes que dejaron entre el Albaicín y el barrio de San Francisco su huella perpetua, toma en la prosa de nuestro autor matices diferentes, como un aroma nuevo, al que no estamos acostumbrados quienes leemos, y quienes escribimos. Sujeto, verbo y complementos, así y por ese orden, es el incomparable estilo de lo sencillo, el secreto de la prosa magistral de un genio de las buenas letras:
«Pastrana trepa por la loma desde el borde de un arroyo, zigzagueando los callejones estrechos y empinados, asomándose a respirar hacia el valle por los pretiles de piedra. El viejo palacio ducal, residencia de la princesa de Éboli, está medio arruinado. La fachada noble, italianizante, se abre frente al valle, donde unos pinos adolescentes tienden su pompa al sol derretido del atardecer. Ruido de carros, alguna moto impaciente que sube por la travesía. Grupos de labriegos conversando plácidamente, severo el gesto y acordada la voz, por los ángulos de la gran plaza. Las mujeres, enlutadas, sentadas junto a los portales en sillas bajas de enea, charlan, tejen, suspiran, llaman a grandes gritos a los niños que juegan por las esquinas mientras devoran enormes trozos de pan empañado en vino con azúcar. Por los cobertizos, el sol se corta, rígido, y llena de negra intimidad el interior, con sus altares pequeños de la Virgen de la Soledad o del Cristo de los Azotes. La fuente suena entre las paredes blanqueadas de la plazuela, llenándolo todo con su voz fresca y repetida.
La Colegiata, donde está enterrada la princesa, surge limpia, recién restaurada, y ofrece al visitante el prodigio de su museo, en el que sobresalen los espléndidos tapices del siglo XV, que representan la conquista de Arcila. Un seminarista joven, sonriente y locuaz, acompaña a los visitantes, haciendo comentarios acertados ante cada objeto del museo. Asombra esta riqueza oculta en el campo de la Alcarria, paños, orfebrería, escultura, pintura, documentos, recuerdos de Santa Teresa y de la princesa de Éboli, cuyas vidas coincidieron fugazmente en este lugar. Prodigio del lugarón castellano, de enrevesado callejero, donde un escudo en un chaflán o encima de una puerta pregona la pasada grandeza. Pueblo del color de la tierra que trepa montaña arriba, cotidiana lección de empeño de vivir.
El regreso, cayendo la tarde, pueblos y más pueblos, adormilados en el alcor, ya morado del crepúsculo. Corros de niños juguetean, cantando, a la entrada de los caseríos, y las primeras luces comienzan a encenderse, y los barrancos se van envolviendo en una frágil niebla blanquecina, acobardada. Vuelven de su paseo las parejas de enamorados, abrazados en el aire súbitamente frío, y un silencio poblado va dominando los recodos, donde ya solamente los carteles indicadores dan fe de lo pasado, hecho súbita nostalgia. Armonía viva del domingo, campo adentro, vestida de su propia gloria transitoria y floreciente. Primavera en el camino, un precario perfume de romero en la memoria».

Y se acaba la tarde. Las sombras de la noche van cubriendo los campos y las casas en las que vive la gente; al cabo aparece la ciudad que lo devora todo. Madrid, el “rompeolas de todas las Españas” que firmara García Sanchiz con frase rotunda y verdadera. Atrás la Alcarria, con sus pueblecitos escalonados en la solana al borde de un arroyo, soñando, quien sabe si en tiempos de grandeza que jamás volverán, o en un porvenir incierto, sin largos horizontes, porque la historia, amigo lector, es un personaje que viaja por la vida sin billete de vuelta.

(En la fotografía, un aspecto de la Plaza de la Hora de Pastrana)