jueves, 14 de mayo de 2009

EL "QUIJOTE" DE IGNACIO CALVO


Estar en posesión de un ejemplar completo del famoso "His­toria Domi­ni Quijoti Manchegui" de Ignacio Calvo, fue hasta hoy un privile­gio del que sólo unos pocos pudieron disfru­tar. Quien esto escribe no se contaba entre ellos; tuvo, eso sí, el texto íntegro de la edición de 1922 (editio nova, castigata et alargata) que un alma caritativa -la de Angel Martínez, hor­chano como el autor- le permitió fotocopiar hace media docena de años. Se trata de un clásico en toda regla el "Quijote" de Calvo dentro de la literatu­ra de ingenio, cuyo inmenso valor es justo reconocer.
Quedaba fuera de lugar, el que a estas alturas, desde que se publicó por primera vez en 1905, coinci­diendo con el tercer centenario de la salida al mundo de la primera parte de la inmortal obra de Cervantes, fuera imposi­ble adquirir un ejem­plar en el mercado. Tengo idea de que se hicieron después dos ediciones más, tan restringidas, que no permitieron se viese cubier­to el deseo de sus paisanos y de los que no lo son, de disponer de uno de esos libros y poder disfrutar de su lectura.
Casi cien años después de su aparición por primera vez en el escaparate de unas cuantas librerías de la época, lo tene­mos, por fin, al alcance de nuestras manos y de nuestros bolsillos, en una edición magnífica de Aache, la prestigiosa editorial guadalajareña, que en el corto espacio de una década ha consegui­do entrar por la puerta grande en el complicado mundo de la edición de libros. La magnífica portada de la cuarta edición, recien aparecida, es toda una obra de arte, y de ingenio también, debida a Rafael Pedrós.
El Quijote de Calvo es un trabajo único. Su autor, natu­ral y vecino de la villa de Horche, fue cuando joven estudian­te de Filosofía, de Teología y de Latines en el Seminario de Toledo. Luego "curam misae et ollae", cura de misa y olla, como el se define en la sobrecubierta de su obra ahora reeditada.
Hablando de la génesis del libro, el autor nos pone al corriente de cómo fue. Lo escribió, dice, como castigo para conmutar una pena impuesta, con pérdida de beca incluída, a causa de "una muy celebrada travesura, que no es del caso referir". Concluído el laborioso quehacer, y puesto el fajo de cuartillas en manos del Rector, éste respondió "chascando de risa" apenas acabar de leer el primero de los capítulos: "Sufficit, Calve, jam habes garbanzum aseguratum".
El libro de Ignacio Calvo no se atiene rigurosamente en su distribución de capítulos a lo que es en sí la obra de Cer­vantes, pues si aquellla se compone de 126 capítulos entre las dos partes, ésta nos lo sirve todo en 47, repartidos como al autor le pareció más oportuno entre estas dos frases: "In uno lugare manchego, pro cujus nómine non volo calentare cascos" con la que igual que en el auténtico "Quijote" se comienza, hasta aquella otra: "propter quod ponamus una sillam et sedea­mus cum tranquili­tate, usque diem in quo videamus carnis resurreccionem et vitam eternam. Amén", bastante menos ajusta­da a la versión original que todos conocemos, pero que ahí está, poniendo a su manera el broche definitivo al capítulo con el que acaba.
Resulta un gozo para el lector entretener la vista por cualquiera de las párginas que componen la obra. Aquí el detalle de refinado ingenio, allá la carcajada irreprimible ante tal o cuál situación que, en la pluma desenfadada y astuta del horchano, toma una dimensión novísima. Pasada la aventura -por poner un ejemplo- de los molinos de viento, que el autor coloca en el capítulo ocho de su libro, el doliente caballero de la Mancha se recuesta sobre el santo suelo, encima de unas ramas, a soñar con Dulcinea; Sancho, en tanto, su fiel escudero, "non imitavit eum, qui quidem quomodo habe­bat estómagum repletum en non aquae achico­riae, pasavit totam noctem in aliento suae botae, id est durmien­do, de quo sonno non removerunt nec rayi solis, qui pegabantur in rostro, nec cantum avium, que valdé bulliciosae, salutabat cum amorosis pitorreis adventum novi diei. Dóminus Quijotus habuit necesi­tatem cogendi estiratam piernam Sanchi et dícere: "surge, surge". Sed Panza, per totam contestacionem, dedit unum salva­jem desperezum, agarravit botam et metivit inter pechum et espaldam tragum morrocotudum".
En el capítulo 23, por echar mano al azar a otra situa­ción y a otro momento, se habla de cómo el Caballero de la Triste Figura se internó en el corazón de Sierra Morena para hacer penitencia, deber muy al uso de los caballeros andantes. Ya desde el principio, el capítulo nos deja al señor y al escudero perdidos entre el bosque espeso y los tenebrosos recovecos de la sierra en la oscuridad de la noche, con el hidalgo manchego clavado de rodillas, casi en estado de tran­ce:
"Caballerus derrengatus levavit se de terra et exclama­vit:
- Sanche! Sanche! Quid fecis?
- Rasco me -Contestavit Sanchus- verdugones quod facerunt mihi illi gentes.
- Acasu tu estás malè feritus et sufres acerbos dolores?
- Ego sum in pelota et sufro unum frium tercianerum de patre et señore meo."
Ya casi al final de la obra, satisfecho Don Quijote de la estupenda impresión que le produjo Dorotea, a la que él había considerado como una mujer de mundo, debido a los pésimos informes que por parte de Sancho había recibido acerca de su condición: "audiens verba Dorotea volvit se Quijotus ad San­chum, et cum rostro fiero et imponente, dixit illi:
- ¡Sanchuelo indecente! nunc dico tibi, quòd eres mayor bellacuelus qui existit in Hispania. Dic mihi: quòmodo menti­visti àntea diciendo, quod esta princesa conversa fuit in una muchacha vulgari, quae llamabatur Dorotea? Quòmodo calentavis­ti meam cabezam afirmando etiam, quod gigans degollatus à me erat putuela quae te parivit? Voto a tal! quòd tentatus sum pisandi tuas tripas, et sic fáceret definitivum escarmientum pro ómnibus escuderis mentirosis."

Y así, de principio a fin, siguiendo siem­pre a su manera la inmortal novela de cervantes, sin faltar con ello a lo fundamen­tal, y mucho menos al mensaje que con ella quiso dejar al mundo el laurado autor alcalaíno, lo que acre­cienta el mérito de todo el trabajo -pienso que injustificada­mente olvidado- de nuestro admirable Calvo, horchano por nacimiento, y presbítero por voca­ción y por estudios, pues ha de quedar constancia de que entrelí­neas en su original versión de "El Quijote", se adivina un firme soporte cultural sobre el que se apoya el armazón de la obra.
"Historia Dómini Quijoti Manchegui", rareza editorial de extraordinario interés hoy a nuestro alcance. Autor, editor, ilustrador, en fin, de la edición última, todos ellos al debido nivel. Una obra con alma, y con corazón, pues uno nota cómo se le siente latir cuando el libro se tiene sobre las manos.
(Artículo publicado en “Nueva Alcarria” en el mes de enero del año 2000)

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